EL HUÉSPED QUE NO LO SABE
“Casa de Acogida”… La expresión tiene lo mismo de dura que de esperanzadora. Es dura para el humano que recibe, porque está viendo de cerca la crueldad y la miseria, y es dura para el perro porque son tan pocos los casos de pérdida y no abandono, de huida y no maltrato… que con total seguridad nuestro huésped ya lleva marca impresa de la irresponsabilidad humana.
Es esperanzadora para el humano porque necesitamos sentir de primera mano que podemos remediar el mal. Y para el perro porque tardará muy poco en reconocer un ambiente estable y agradable, donde las amenazas para su vida y su estabilidad se verán reducidas, probablemente, a un retraso en la hora de la comida. Su expectativa es el equilibrio. La nuestra su bienestar.
Es lo primero que debemos conocer: Qué significa él para nosotros lo sabemos, pero hemos de saber también que no somos lo que significamos para él… No completamente. Ser Casa de Acogida es una de las tareas más importantes para reincorporar a un perro al mundo, al mundo humano, y una de las más difíciles de acometer sin errores y sin dolor cuando le entreguemos a su familia final, la que debe esperar con él y por él toda su vida.
El equilibrio en las personas es tan difícil de construir que podemos imaginar lo costoso que puede resultar devolverlo a un perro. Para los que lleven poco tiempo en esto, deciros que es pensamiento común y razonable el “no me quiero encariñar, no se va a quedar siempre, no quiero que tenga demasiado apego o después será peor para él”. Para los que lleváis más, no hace falta deciros que ese pensamiento sólo sirve para pensarlo un par de ratos… Siempre nos encariñaremos, siempre sentiremos que está aquí para siempre y siempre será duro entregarlo a otra familia. Pero, seamos justos: Nuestro “huésped que no lo sabe” nos va a dar todo lo que pueda desde su perspectiva de no engaño. No nos engañemos, ni le engañemos, pues, nosotros, haciéndole ver que no es parte de nuestra familia siempre: El está Aquí y Ahora. Y Aquí y Ahora somos nosotros, incluido él.
Obviad las palabras de desaliento que os digan los demás y vuestro temor al dolor de una pérdida. Este huésped es ahora vuestro perro. Ya no es de quien lo abandonó, y aún no es de otro. Y posiblemente nunca llegue a ser de otro (Podéis decidir adoptarlo o podéis perderlo. La vida puede seguir siendo muy dura incluso con un huésped bien atendido.)
Este animal no está en un limbo. Vuestro hogar es su familia, él no va a entender de futuros posibles ni de opciones alternativas más allá de lo que reporte vuestra comunicación en los siguientes cinco minutos. Está Aquí y Ahora para ser vuestra familia. Y estáis Aquí y Ahora para atenderle.
¿No es duro acaso saber que él no lo sabe? Sí, lo es para nosotros, no para él, que no lo sabe. Y sí, es difícil actuar como si fuera nuestro propio perro para siempre. Pero ese siempre para él es ya. Si nos preocupa su futuro, la forma de ayudarle es dejar de pensar en el mismo y comenzar a darle herramientas para que encuentre un nuevo equilibrio emocional, cognitivo y social cuanto antes. Ahora y Aquí, nuestro huésped que no lo sabe es nuestro perro.
LOS TRES PRIMEROS DÍAS
Nuestro huésped puede llegar en su edad de cachorro, o ya de joven, e incluso de adulto o viejo. En cualquier caso, y por más perros que lleguen, la pregunta es la misma: ¿qué tengo que hacer?
Excluyendo casos en los que el perro que hayamos decidido acoger en nuestra vida haya pasado por situaciones no deseables (por supuesto no es deseable que le abandonen, pero seamos realistas, hablamos de maltrato cuando nos referimos a “situaciones no deseables”) y necesite de una terapia de comportamiento y ayuda emocional, o que se trate de gerontes, cuya educación ha de ser más ajustada a cada caso, casi todas las pautas que os vamos a dar para los cachorros servirán para recibir a vuestros nuevos compañeros, tengan la edad que tengan. Su periodo de habituación suele ser de entre tres días y una semana (a los cachorritos algunas normas les cuesta un poquito más pero… son cachorritos, tengamos paciencia). Durante ese tiempo nuestros nuevos huéspedes observarán, deducirán y aprenderán todos y cada uno de nuestros puntos débiles, y todas y cada una de nuestras ventajas. Y además… ¡las aprovecharán! Es muy importante que el periodo de recepción en la familia del animal tenga unas normas previamente conocidas y respetadas por todos o, con demasiada probabilidad, la “ejemplaridad” de nuestro huésped se nos irá de las manos con casi la misma velocidad con la que nos convenció de que era todo amor. Y si somos Casa de Acogida, tenemos la RESPONSABILIDAD de enseñarle a ser útil, saber qué se espera de él y hacerle feliz siendo un perro en una vida de humanos. Es decir… Necesitamos enseñarle las normas básicas de convivencia con nosotros.
En general, para siempre y en adelante, nos ayudará la siguiente premisa: Premiad siempre lo que os guste, ignorad lo que no os guste. Tengamos en cuenta que nuestro huésped que no lo sabe acaba de llegar a un sitio nuevo y extraño para él, no conoce las normas y no sabe qué puede esperar de nosotros. Para los que no hablamos chino, es como si nos soltaran de repente en mitad de Pekín y no supiéramos ni qué hacemos allí, ni dónde encontrar un buen restaurante o un aseo, desconocemos lo que pone en los letreros y nadie nos entiende ni entendemos a nadie. Estaremos, literalmente, en otro mundo. Lo habitual es que comencemos acercamientos (con más o menos inseguridad y más o menos acierto, según el receptor) para intentar simplemente situarnos y conseguir un medio de comunicación que nos pueda llevar al éxito de comer algo o encontrar un aseo. Tenemos un objetivo y estamos intentando encontrar un medio para llegar a él. ¿Cómo sabremos si vamos por buen camino? ¿Cómo tendremos que comportarnos? Si comenzamos haciendo aspavientos, chillando o hablando a gritos, probablemente los transeúntes se nos aparten y nos tomen por desequilibrados, con lo cual… objetivo no conseguido. No ha habido comunicación. No hay restaurante ni aseo.
Pero queremos y necesitamos comunicarnos, así que… quizá, después de haber sido ignorados por todos debido a nuestros malos modales, lo intentemos de nuevo de una manera más suave. Y sorpresa! Ahora captamos la atención de una persona que está dispuesta a intentar comprendernos. Ahora, una vez abierta la intención de comunicación vía calma y tranquilidad, ahora podemos comenzar a entablar las bases de un entendimiento con una persona que habla otro idioma… pero que probablemente nos comprenda con unos pequeños gestos.
No nos va a interesar chillar, regañar o castigar a nuestro huésped. Solo conseguiremos estresarnos nosotros y confundirle a él. Vamos a dejar que no consiga nada a no ser que nos dé una conducta que deseamos que ejecute normalmente. Y, ¿cómo le haremos conocedor de que eso es lo que esperamos de él? Premiándole. Siempre hemos de premiarle, ya sea con una caricia, nuestra voz, una bolita de pienso o un juguete. Y recordad: no conseguir nada significa nada de nada! Regañándole le estaremos dando nuestra atención, y eso es todo lo contrario a nada.
Hemos conocido hasta ahora un poquito más sobre la comunicación con nuestro perro, pero toca profundizar en el cómo, cuándo, cuánto aprenden y por qué. Recordad: sin atención no hay comunicación, y sin comunicación no hay aprendizaje.
COMUNICACIÓN: MENOS ES MÁS
Hacemos demasiado ruido. Y nos movemos mucho. Al igual que no nos prestarían atención los chinos por armar demasiado escándalo, nuestro huésped la única atención que mantendrá será… la de mantenerse a salvo de nosotros. A salvo físico, a salvo emocional, y a salvo de tanto ruido.
Ha llegado el último, sí. Y no sabemos cómo responderá o qué necesita. Pues, ¿no es mejor hacer todas esas pesquisas de una en una, de forma ordenada e intentando captar su atención… con calma?
De nada nos servirá “informarle” de todas las normas a la vez. Ni pasar una hora manipulándole ni movernos demasiado rápido tras él para observarle. De eso a la intimidación hay solo un paso.
Para que nos preste atención y poder comunicarnos, primero debe sentirse seguro de las posibilidades (ventajas y desventajas) de su nuevo entorno. Dejémosle investigar a su antojo, oler, mirar, conocer, en definitiva, su nuevo hogar. Sólo le llevará un ratito comprender dónde puede beber y dónde puede comer. Tengámoslo previamente pensado, razonado y preparado. Son sus necesidades básicas, conociendo dónde puede satisfacerlas se sentirá más seguro y relajado.
Tras un ratito, como mínimo intentará un acercamiento, aunque sea un leve contacto físico o visual, o simplemente (si es un ejemplar asustadizo o ha sido maltratado) se mostrará relajado. Es el momento de captar su atención entregando un premio (sin elevar la voz y sin invadirle) y comenzar la comunicación. Con este simple gesto le estamos indicando que existe una vía para satisfacer sus necesidades, su curiosidad y su bienestar.
Es posible que conozcamos qué señales comprende y es posible que no. Si las conocemos, debemos ser capaces de comprender qué significado emocional tienen en él, aunque las ejecute a la perfección.
Un gran abrazo y todo nuestro agradecimiento a los que hacéis posible que, uno a uno, encuentren un hogar todos los que han sido abandonados, maltratados o desestimados por sus dueños.
Lilo Muñoz, Sergi Freixes, Inma Soto