En varias estadísticas realizadas en Reino Unido se ha demostrado que entre el 50 y el 70% de los perros objeto de estudio mostraban reacciones de miedo ante fuegos artificiales y truenos. Un ensayo de la Universidad de Bristol también concluye que los estímulos que se producen de manera impredecible, intermitente y de alta intensidad, tales como fuegos artificiales, son más propensos a inducir una fobia que los que ocurren a una menor intensidad y/o con mayor frecuencia y previsibilidad. Esta podría ser la clave de que, según estudio de la Universidad de Oslo, la mayoría de los perros con miedo o fobia a ruidos sean debidos a fuegos artificiales y otras detonaciones por encima de truenos o el ruido del tráfico. Las tormentas conllevan una serie de señales previas de advertencia detectables por los cánidos como el cambio de presión barométrica y vientos por lo que pueden anticiparse a ellas, al contrario de lo que ocurre con los petardos.

Miedo V.S Fobia
Debemos distinguir someramente entre si nuestro perro sufre un miedo o una fobia.

El miedo a los ruidos fuertes es adaptativo, es decir que aumenta las posibilidades de supervivencia del perro. Tener miedo a un ruido intenso permite esquivar un posible peligro. He aquí la razón por la que no es extraño que los perros teman sonidos como los producidos por los petardos, las tormentas, el camión de la basura, un globo que explota, el estruendo de un autobús al pasar, etc. El problema viene cuando el miedo se transforma en fobia.
Para que el miedo resulte adaptativo debe aparecer únicamente en circunstancias verdaderamente peligrosas o amenazantes para la seguridad del animal. Si la respuesta de miedo es desproporcionada (ya sea en duración, intensidad o en ambas a la vez) frente al estímulo o situación que es percibido por el individuo como peligrosa, pasamos a hablar de una fobia. La respuesta fóbica no es normal ni adaptativa; por definición interfiere con el normal funcionamiento y supone un serio problema para el bienestar del animal. Son procesos incrementales, es decir, responden a mecanismos de sensibilización en los que la respuesta del animal frente al estímulo que desencadenan éstas, cuando éste se presenta de forma repetida, es cada vez más intensa, es decir: no responde a un proceso de habituación normal. (Informe Técnico Veterinario AVATMA: Efectos de la Pirotecnia en animales)

Tanto si se trata de un miedo como de una fobia, es más que recomendable acudir a un profesional del comportamiento canino que pueda valorar el caso en concreto, establecer un protocolo y un posible pronóstico. En el caso de las fobias es de suma importancia además acudir a nuestro veterinario de confianza ya que peligra de manera importante la salud no sólo emocional sino también física del animal y en no pocos casos, es necesaria medicación como apoyo a la terapia “curativa” y/o a la terapia “paliativa” que deben ser recetados y previamente valorados por un veterinario (preferiblemente especializado en etología clínica). Además, tratándose de fobias -como hemos mencionado anteriormente-, la exposición a dicho estímulo desencadenante de ésta provocará un empeoramiento de progresión rápida en comportamiento y emociones del animal.
Miedo y fobia a los ruidos son de las gestiones comportamentales más difíciles de tratar con resultados positivos (sobre todo a corto plazo) y los guías de estos perros deben ser conscientes de ello y sobre todo aprender a gestionar y anticipar las diferentes reacciones de su compañero y comprender como puede llegar a sentirse el animal en estas situaciones.

 “¿Por qué los perros son tan sensibles a fuegos artificiales y otros ruidos?”
La razón más importante es porque su sentido del oído está cuatro veces más desarrollado que el nuestro.
Mientras que los seres humanos percibimos sonidos a 6 metros de distancia, los perros pueden escuchar aquellos que se produzcan a 25 metros o más. Su oído registra hasta 35.000 vibraciones por segundo, estando cuatro veces más evolucionado que el nuestro. De hecho, su alcance auditivo es de 10.000 a 50.000 Hz, siendo el de las personas de 16.000 a 20.000 Hz. Y es que los canes cuentan con 17 músculos en cada oreja, frente a los 9 de los oídos humanos.

Como hemos comentado anteriormente, la aparición de detonaciones como petardos o fuegos artificiales no son previsibles en la mayoría de las ocasiones. Si la primera vez que nuestro perro se vio sorprendido por este sonido se encontraba sólo en casa, le supuso una situación traumática (entorno y guías alterados, explosión demasiado cercana, etc.) o lo asoció con emociones negativas es muy probable que en sucesivas ocasiones el ejemplar se encuentre aún peor.

Hemos de hacer una diferenciación por tanto y sobre todo de cara al tratamiento, entre el miedo a la pirotecnia por evento traumático o miedo a la pirotecnia por falta de habituación. Además, hay animales que tienen una sensibilidad auditiva mayor ya sea por genética, previos problemas auditivos, falta/deficiencia en periodos sensibles e impronta y sociabilización e incluso por dolor. En cuanto a la relación entre dolor musculoesquelético y sensibilidad auditiva os dejamos este artículo traducido entre varios compañeros que expone un estudio de la relación entre ambos. Como resumen indicaremos que, en los perros con dolor, la generalización por el miedo al ruido es sustancialmente más elevada que en perros que no tienen dolor. Una de las hipótesis es que los ruidos que provocan una respuesta de sobresalto normal pueden causar una tensión muscular que puede exacerbar el dolor preexistente o elevar el umbral de percepción para que éste se manifieste.
("Sensibilidad al ruido en perros y relación con dolor musculoesquelético” - A. Nacional de Formadores y Adiestradores Caninos)
La pirotecnia no sólo conlleva el sonido que afecta al oído del perro. También lleva asociado un olor intenso a pólvora que, teniendo en cuenta que el olfato es el sentido más desarrollado en el perro, puede resultar además de desagradable otro estímulo condicionante asociado a la situación como mínimo de estrés que conlleva el estruendo de éstos.
Otro aspecto que debemos tener en cuenta en relación con el miedo de los perros a los petardos es el sentido del “tacto” en el suelo que pueden tener nuestros perros. Si las detonaciones se producen cerca, llevarán asociadas una vibración que, al tener las cuatro patas en el suelo y sensibilidad demostrada en la zona plantar (almohadillas), puede provocar una sensación como mínimo de incomodidad o inestabilidad.

Si metemos todo lo anterior en una “caja”, tendremos un cúmulo de circunstancias que provocan que se estresen y en muchos casos entren en un estado de ansiedad difícil de revertir. En algunos el animal llega a generalizar y no querer salir a la calle o de su refugio pensando que en cualquier momento “se puede producir un estruendo con el que peligre su vida”.

“Pero… ¡Veo a otros perros por la calle que apenas se sobresaltan con éstos!”
La investigadora veterinaria Jessica Perry Hekman (interesada especialmente en la respuesta al estrés animales) ha profundizado en la psiquiatría que subyace en el miedo a los ruidos fuertes en los perros. Ella, sin embargo, señala que la fobia al ruido sí que podría tener algún componente genético (razas como border collie parecen tener más predisposición) y que está a menudo asociada con la ansiedad por separación, sugiriendo que puede existir algún desorden de ansiedad subyacente.
En el otro extremo, algunos estudios muestran que ciertos “linajes” de perros de caza muestran patrones adquiridos de habituación frente a disparos y por tanto menor respuesta de miedo ante otras detonaciones.

No sólo es genética, el aprendizaje y las experiencias juegan un papel mucho más importante en el animal. Como ya hemos comentado antes, haber tenido una experiencia traumática la primera vez que el perro oyó un fuego artificial será de lo más influyente en posteriores eventos con dicho sonido.
Otro factor que influye es la “calidad” de estimulación durante la etapa de impronta y periodos sensibles del cachorro. Si se expuso al cachorro (entre los 10-15 días que se encuentra desarrollado el sentido del oído y los 3 meses de vida) de manera progresiva, controlada y sin consecuencias negativas emocionales para él a sonidos diferentes -entre ellos petardos o detonaciones- hay mucha menos probabilidad de que el perro de adulto desarrolle miedo a ruidos fuertes. Si además estos sonidos presentados controladamente se asocian con el acto de mamar de su madre por sí reforzante y apaciguador (o con juego o experiencias positivas una vez destetados) y una progenitora segura y tranquila ante dichos sonidos, habremos creado casi con total seguridad un cachorro habituado a sonidos diversos en distintos niveles y con menor “reactividad” auditiva.
Estudios realizados en camadas de cachorros demostraron que los perros nacidos en fechas con festividades que incluían petardos y fuegos artificiales o muy cercanas a estas (fallas de Valencia, por ejemplo), mostraban mejor y mayor habituación a dichos sonidos y, por tanto, disminución de la respuesta de miedo en dichas camadas una vez adultos.

El carácter y el temperamento del ejemplar en concreto también influirán en la sensibilidad y las reacciones del perro ante determinados estímulos (sobre todo sorpresivos como es el caso de la pirotecnia) tanto en rapidez de respuesta, como en intensidad de ésta y en la resiliencia (capacidad de recuperación del ejemplar tras una situación de “sobresalto”, estrés o “susto”) que muestre. Hay perros que son más sensibles en general a cierto tipo de estímulos que otros incluso de la misma camada porque cada perro es un mundo. Al igual que en los humanos dos hermanos gemelos con la misma crianza y educación no tienen la misma personalidad, en los perros ocurre igual.

“¿Qué nivel de miedo/fobia tiene mi perro frente a este ruido? ¿Cuáles son las consecuencias para él?”
Las reacciones varían dependiendo del ejemplar en cuestión, de sus experiencias previas ante los petardos y el nivel de estrés que le provoquen. Pueden variar tanto en intensidad como en duración y manifestaciones. Desde una leve intranquilidad (se cambia de sitio en casa, va de un lugar a otro, puede que busque un lugar que le resulte seguro, si está en la calle quizás no es capaz de concentrarse en la actividad que estuviera realizando inapetencia, ingerir agua con mayor frecuencia, deseo de estar en permanente contacto con el propietario.,…) hasta un estado de ansiedad intensa (jadeos exagerados, intentos de escapar hacia cualquier lugar, micción y defecación, vocalizaciones y hasta animales que intentando huir se lesionan).
Los signos que con más frecuencia se pueden observar son la paralización (se queda totalmente quieto sin apenas reacción ante otros estímulos), las conductas de evitación activa (como los mencionados intentos incontrolados de escape y de esconderse), temblores y jadeos continuos. Además de estos síntomas, el animal también puede presentar salivación, aceleración del ritmo cardíaco, postura encogida, orejas hacia atrás y rabo entre las patas. Otros comportamientos frecuentemente asociados a esta respuesta son destrucción de objetos, actividad aumentada, estado de alerta y trastornos gastrointestinales (vómitos, diarreas…).
Debemos tener en cuenta que en cualquier ser vivo, ante el miedo (amenaza para su vida) se pueden presentar estas posibles respuestas: huida, bloqueo y agresión (normalmente como última opción). Si nuestro perro tiene miedo a los cohetes mostrará cualquiera de estas reacciones buscando una salida a su miedo y guiado por la emoción, obviando casi con total seguridad cualquier otra información que intentemos darle en ese momento.

Durante los fuegos artificiales, el perro puede experimentar una subida de epinefrina (adrenalina) y un aumento de las hormonas del estrés. Esto último fue corroborado por un estudio realizado en 2016 (Franzini de Souza, Maccariello, Dias, Almeida, Medeiros MA. “Autonomic, endocrine and behavioural responses to thunder in laboratory and companion dogs”), que mostró que como respuesta al estímulo sonoro se produce en los perros un aumento significativo de cortisol y un marcado desequilibrio nervioso con predominio del sistema simpático (encargado de las emociones). El cuerpo de un perro libera adrenalina durante un período de entre 2 y 15 minutos una vez transcurrido el suceso y en dicho estudio se pudo comprobar que no se volvía a la normalidad del cuerpo hormonalmente hasta los 50-60 minutos.
Estos picos de estrés agudo (con la consecuente secreción de hormonas) en nuestro perro necesitan de unos 6 días de “vacaciones” para recuperarse ante la “preparación del organismo para una amenaza para su vida” que supuso la noche de los fuegos artificiales. Si estos picos agudos se mantienen en el tiempo al final nuestro perro padecerá de estés crónico con las consecuencias físicas y emocionales que esto conlleva.


“¿Cómo puedo ayudar a mi perro a llevar mejor los fuegos artificiales en fiestas?”
La primera recomendación que podemos daros es que durante el tiempo en el que por regla general no tiran cohetes, busquéis un buen profesional del comportamiento canino que trate miedo a ruidos y trabajéis en una terapia para reducir su reacción ante éstos. Dependiendo de cada caso, el carácter y temperamento del animal, la continuidad en el tiempo y entorno tendrá un resultado más positivo o en algunos casos podrá llegar casi a reducirse por completo. Igualmente, con una buena terapia enfocada a la mejor gestión emocional y del estrés y aumento de la confianza del perro, veremos un cambio a mejor en su comportamiento, en nuestra relación y en la suya con el entorno y los diferentes y posibles estresores que se le puedan presentar.

Si ya nos encontramos en una época crítica en la que pueden presentarse casi con total seguridad los desencadenantes del miedo, podemos seguir algunas pautas con enfoque paliativo que pueden ayudar al animal a no pasarlo tan mal y a minimizar las consecuencias en su rutina, estado emocional y físico:

  • PASEOS
    Salir a horas en las que sea menos probable que tiren petardos (normalmente a mediodía y por la mañana temprano) y al menos intentar hacer un paseo largo al día y el resto para hacer sus necesidades.
    Colocar arnés de tres puntos o doble correa en dos enganches al arnés para evitar escapes. No se recomienda el uso de collares ya que ante una reacción de miedo puede provocar lesiones en la zona del cuello.
    Colócale una chapa con su nombre y tu número de teléfono en un collar finito y cómodo para que lo porte siempre durante las fiestas. Así, si se extraviara, será más fácil que te localicen. Actualiza y comprueba además que los datos de contacto del microchip estén correctos.
    No soltar a nuestro perro si sabemos que ante un ruido fuerte o detonación podría tener una reacción de miedo. Aunque ésta no sea huir, el miedo puede ser impredecible y podemos perder a nuestro perro en pocos minutos. Utiliza una correa larga en el paseo e intenta llevarle a zonas de campo o alejadas de la ciudad donde pueda olfatear y relajarse.
    Aprovecha los paseos para realizar juegos de olfato en hierba o tierra, jugar con él, realizar actividades que le gusten y, en definitiva, tratar de que sea un rato desestresante si en esta época de fiestas lo pasa mal.
  • EN CASA:
    Cierra todas las ventanas y baja las persianas para minimizar el ruido exterior. Pon música relajante o sube el volumen de la televisión a un nivel alto (que camufle los fuegos artificiales) pero no molesto para el animal.
    Intenta no dejar al perro sólo en las noches más críticas (como nochevieja) y si lo haces, asegúrate de que no pueda hacerse daño con nada o que pueda escaparse y de aportarle un sitio que le sirva de refugio (o dotarle de la habitación más lejana a la fuente del sonido exterior).

    Dejad un método de vigilancia si existe la posibilidad (cámara conectada al móvil) para ir viendo cómo se encuentra, juguetes rellenables y cosas que pueda roer para que pueda reducir sus niveles de estrés y descentrar su atención del sonido. Una alfombra de olfato con trozos de salchicha entre sus tiras, por ejemplo, puede ayudarle si sus niveles de estrés no son muy elevados.
    Habilita una habitación de la casa que tenga el menor ruido posible del exterior (normalmente el baño) y un transportín forrado con mantas gordas u otro material que ayude a la insonorización al que tenga acceso. Si no dispones de un transportín, una caja de cartón forrada puede hacer la misma función.
    Si estás en casa, trata de jugar con él antes de que empiece a ponerse nervioso, dale un juguete interactivo con algo que le guste mucho dentro, un hueso recreativo (con vigilancia ya que no son aptos para tragárselos) o realizad alguna actividad juntos que le relaje (un masaje, juego de olfato, etc.).
    Consulta con vuestro veterinario de confianza o con un veterinario especialista en etología clínica por si necesitara medicación para los momentos críticos o pudieras darle algún nutraceútico que le ayudara a encontrarse mejor. Nunca mediques sin prescripción veterinaria porque podrías obtener el efecto contrario al deseado y/o afectar negativamente a la salud del perro.
    NUNCA castigues al animal cuando reaccione a los fuegos artificiales o trates de sacarlo de donde se haya escondido. Si viene a pedir apoyo, no se lo niegues, pero tampoco le agobies en exceso. Trata de transmitirle tranquilidad y de intentar darle un matiz positivo a los sonidos. Deja que busque “refugio” ya sea en ti, en otros miembros de la familia o en un lugar de la casa. Si ocurre esto último, sólo facilítale que esté mas cómodo: pon agua, mantas y llévale alguna cosa que le guste.
    Si existe la posibilidad, podéis iros a un sitio tranquilo y lejos de los petardos a pasar las fiestas. Tu compañero te lo agradecerá y tú podrás desconectar unos días y respirar aire puro en el campo.
    Si prevés que muchos de los días críticos de pirotecnia vas a tener que dejar a tu compañero sólo en casa, puedes contactar con residencias caninas que se encuentren en lugares apartados para dejarle esos días. Asegúrate de que conozca a los cuidadores y el sitio antes de dejarle para que se sienta más a gusto.

“¿Puedo conseguir que mi perro deje de tener miedo/fobia a los petardos?”
Cada caso y cada perro y sus circunstancias hacen que se tenga que estudiar de manera individual por un profesional del comportamiento y gestión de éste su pronóstico.

Es un trabajo tedioso, de constancia, paciencia y sobre todo puede resultar lento. Siempre se puede mejorar sobre todo la gestión emocional del animal y la vuestra frente a sus reacciones, aunque no todos los casos se podrán solucionar al 100%. Siempre hay que valorarlo junto a un veterinario (preferiblemente especialista en etología clínica) para descartar que su origen sea físico (hipersensibilidad auditiva) o exista una patología que agudice la sensibilidad auditiva del animal o le haga estar más “reactivo”. Además, será éste quien realice el apoyo en la terapia en caso de que necesite farmacología o nutracéuticos.

Lo primero que te recomendamos es que contactes con profesionales del comportamiento canino de tu zona y les comentes el caso de tu perro con el mayor detalle posible. Huye de la utilización de herramientas aversivas (collares de ahogo, púas o eléctricos, correas corredizas etc.) durante la terapia y desconfía de aquellos que te digan que pueden solucionarlo en un mes o dos (¡o en una fecha determinada o número de sesiones concreto sin haber valorado a fondo vuestro caso!). Escucha lo que diga y aconseje, acude a una sesión de valoración y que te explique hasta que comprendas el trabajo que vais a realizar y te resuelva todas las dudas que tengas al respecto.
Es importante que se haga un diagnóstico que diferencie si padece fobia o miedo, si existe sensibilidad auditiva per se, reacción ante otros sonidos, aptitudes y actitudes… Y si es posible, determinar si la causa del problema ha sido consecuencia de un evento traumático, una falta de habituación, sensibilidad o carencia en los periodos sensibles del ejemplar.

La terapia se debe iniciar fuera de fechas festivas donde se prevea pirotecnia y tendrá como objetivo principal la desensibilización y habituación del animal frente a ruidos fuertes y detonaciones. Deberá estar supervisada en todo momento por un profesional (especialista en ajuste, gestión y modificación de conducta canina) y debes respetar al pie de la letra todas las pautas y el tiempo necesario ya que, si se produce una exposición no controlada o excesiva al estímulo, puede ocurrir la sensibilización que comentamos en principio.

Cada profesional es un mundo y cada maestrillo tiene su librillo y tú como guía deberás saber elegir el camino que os lleve al éxito juntos sin que os resulte “doloroso” a ninguno de la mano del profesional.

En nuestra escuela nos basamos en dotar al perro de capacidades de autogestión en diferentes ámbitos, de herramientas que le ayuden en situaciones estresantes del día a día, aprovechamiento de las capacidades y habilidades innatas y naturales del ejemplar en su-nuestro beneficio y sobre todo en mostrarle que es capaz y audaz en superar retos por sí mismo y que esto le resulte autor reforzante. En lo que respecta a los guías enseñarles a leer e interpretar lo que les dice su compañero en cada momento, comprender que necesita, entender por qué el perro hace lo que hace, como pueden ayudarle desde la empatía y la solidez de un vínculo sano y una comunicación amable para ambos.
Los guías en nuestra escuela son el pilar sobre el que se debe asentar la gestión y mejora de los comportamientos del perro y, sobre todo, de la mejora JUNTOS y remando en el mismo sentido.

                     Alba Toja & Inma Soto